13 de septiembre de 2011

Retrospectiva de un Experto sin causa (I)

Siendo todavía un joven adolescente, aprendí el verdadero significado de valores como la justicia, la educación, el respeto del código de circulación o, más concretamente, la prohibición de adelantar en un cambio de rasante de visibilidad reducida.

Por aquel entonces mi vida transcurría a ritmo de country y rock n' roll. Pasaba las noches en vela, soñaba de día, era un animal nocturno; trabajaba como teleoperador para una importante firma de cosméticos, en el turno de noche. Desobediente, inconformista e intolerante a la lactosa, lo que no me impedía tomarme un Colacao cada mañana. Todo un rebelde de alma indomable.

-Él era asín -solía recordar mi tío Segismundo.

Pero la dura reprimenda de mi abuelo paterno cambió por completo el rumbo de mi existencia:
-Tú no sabes nada de la vida -sentenció.
-¿Cuánto de lejos quieres llevar esto?

Fueron sus últimas palabras antes de ingresar en prisión por prevaricación y malversación de fondos.

-Misericordia, no sabía lo que hacía, es tan sólo un viejo borracho.
De nada sirvieron mis declaraciones e intentos por defender su inocencia ante el Tribunal Supremo. Jamás volvió a dirigirme la palabra. Pero no le guardo rencor, siempre lo atribuí a sus brotes de demencia senil.

Aquella experiencia me marcó profundamente y fue, sin duda, lo que me impulsó a replantear mi extraviado e insensato modo de vida. Pero el camino no fue fácil y mi primera decepción no tardó en llegar. Después de estudiar sin parar durante dos tardes seguidas, suspendí el examen teórico de conducir. ¿El número de aciertos que me faltaron para alcanzar la gloria? Tan sólo uno.

Compungido por el dolor y los remordimientos de conciencia, corrí a refugiarme en los brazos de mi progenitora. Aún recuerdo aquel impactante trayecto y a mis únicos compañeros de viaje: el aroma a gasolina y a asfalto mojado, la calidez de mi inseparable chupa de cuero y el sol de medianoche oteando el horizonte. Casi 20 km en mi vieja scoopy, con el viento de cara y las lágrimas empañando mis lentes. Quizás esto último, el motivo de mi desgracia.


'Iveco' fue la primera palabra que articulé al despertar, tras pasar más de dos semanas en coma. Muchos podrían pensar que aprender la respuesta clave fallida en el examen, de manera práctica, y poder contarlo, pudo ser lo más valioso y positivo de la trágica experiencia. Pero nada más lejos de la realidad. Tanto el accidente como su posterior recuperación supusieron toda una lección de humildad y superación personal. Valores que, junto a mi expertise y mi savoir-faire, me diferencian hoy día del resto de mortales.


3 comentarios:

  1. Armando,

    Eres todo un ejemplo para los nuestros y cada día nos recuerdas con tus cojeras y tus cafés solos, que detrás de cada hombre hay una historia de auto-superación y coraje, y que la tuya, fue como un renacimiento en toda su definición.

    Motivas a los demás a reacernos y corregir nuestros defectos al ver el producto que se puede llegar a lograr.

    ¡Un fuerte abrazo compañero!

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  2. Gracias compañero.

    Me han emocionado tus palabras, sabias como siempre.

    Aunque no haya contado nada que tú no sepas (ya son muchos años de amistad y de duro trabajo, codo con codo) es inevitable, los sentimientos afloran.

    Te recomiendo, al igual que a todos los seguidores (cada día sois más), realizar este ejercicio de auto-reflexión.

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  3. Siempre os he admirado mucho, a los dos. Yo no sé lo que es nacer pobre y feo, pero vosotros si y aun así os habéis hecho a vosotros mismos

    Hay días que me pregunto cómo habría sido mi vida si hubiera nacido como vosotros y luego me doy cuenta de que es mejor ser guai y con pasta, pero eso no importa vosotros sois lo mas kool bueno mejor dicho lo más kitsch.

    Sabéis que os guardo en un rincón en mi corazón, debajo del Iphone y la cartera.

    Abrazos

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